Fisioterapeuta, especializada en ejercicio terapéutico Col 9752. Apasionada de la naturaleza, del movimiento, la fisioterapia y, los animales (especialmente los perretes). Siempre me he sentido con especial facilidad para empatizar y con un fuerte impulso de ayudar a los demás, me siento muy identificada con los bonitos rasgos de las PAS. Me encanta aprender cosas nuevas y practicar deporte, he tenido la suerte de que me lo han inculcado desde que era pequeña y, ahora, es mi mejor forma de pasar tiempo conmigo misma y cuidarme. 

Vivimos en un mundo que cada vez va más rápido. Estamos tan acostumbrados al estrés, a la comodidad y, a la inmediatez que, nos desconectamos de nuestro cuerpo y olvidamos respetar nuestros ritmos, ciclos y necesidades. Tendemos a evitar y tapar las señales que nos manda y, cuando es demasiado tarde, dejamos la responsabilidad de recuperar la salud en manos de otra persona, sin tomar parte activa en el tratamiento. Y, en realidad, recuperarte de tu dolor y tu salud depende de ti, de tus decisiones y prioridades. 

Siempre me han llamado la atención los deportes, me encantaba explorar y aprender nuevas formas de moverme. Probé varios deportes hasta que encontré el balonmano, me gustó tanto que he jugado durante 14 años.

Un día en un partido, al chocar con otra jugadora, escuché un crujido en el hombro, seguido de un dolor muy intenso en todo el brazo. Me preocupé porque noté que por unos minutos apenas tenía fuerza en la mano pero como podía seguir jugando, terminé el partido y me fui tranquilamente a casa.

La sorpresa fue cuando al día siguiente apenas podía vestirme de lo que me dolía el brazo. Pasaron varios meses hasta que conseguí el diagnóstico, me había luxado el hombro y había vuelto solo a su sitio. Me dijeron que los ligamentos y la cápsula estaban destrozados, que había que retirar un fragmento libre y mil cosas más que ni recuerdo. La única solución que me propusieron si quería seguir jugando era operarme, aunque podíamos probar antes con fisioterapia pero sin demasiada confianza en los resultados.

Para entonces, mi hombro se había recuperado bastante, aunque me seguía doliendo y operarme, no pudiendo entrenar en 6-9 meses, no estaba dentro de mis planes. La única opción de tratamiento y todos esos palabros raros (que en su momento no conocía), me asustaron y me hicieron vivir la lesión con más inseguridad.

Empecé a ir al fisio, estaba contenta porque notaba que mi hombro mejoraba. Aunque según iba avanzando el tiempo, vi que cada vez notaba menos mejoría. El tratamiento consistía en calor, ultrasonido y moverme el hombro o terapia manual, todo pasivo, nada dependía de mí.

Sentía que necesitaba más y estaba frustrada porque no podía entrenar bien. A partir de ahí comenzó mi camino a comprender qué me pasaba, cómo gestionar mi dolor y cómo solucionarlo a través del movimiento.

Me pasé mucho tiempo investigando y preguntando, empecé a fijarme que limitaciones tenía y a trabajarlas. Poco a poco el hombro se fue adaptando y el dolor se fue reduciendo. Pude seguir jugando sin necesidad de operarme y, a día de hoy, esa antigua lesión no es un problema.

Creía que conocía mi cuerpo y veía las señales que me mandaba, hasta que hace un año empecé a sentirme muy cansada constantemente, empecé a perder peso, se me caía el pelo, la mayoría de comidas me sentaban mal entre otras muchas cosas. Pude ponerle nombre. Hashimoto apareció en mi vida y volvió a confirmarme lo importante que es escucharte y ver la salud como un todo.